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Día Cero

19 enero, 2022

Así comenzó esta historia. Sin buscarlo. Sin saber cómo se hacía. Sin saber de tecnología. Sin saber de modelos de negocio. Sin un destino claro. Simplemente con una idea y un blog...

Día Cero
Era principios de 2013. Llevaba alrededor de 5 años dedicado a la fotografía publicitaria de manera profesional e independiente. Tenía ya algunos buenos clientes, pero me encontraba lleno de deudas.

En esa época debía alrededor de $15.000 dólares a la universidad y otros $5.500 dólares al banco, por un préstamo que había solicitado para comprar una cámara fotográfica y unos cuantos lentes, unos años atrás.

El dinero que me ingresaba apenas alcanzaba para pagar esas deudas, el alquiler del lugar en el que vivía, servicios públicos y la alimentación. O sea, me alcanzaba apenas para subsistir.

Necesitaba mejorar mis ingresos, pero tenía un problema:

No sabía cobrar adecuadamente por mi trabajo como fotógrafo. 

Admito que, en aquella época, solía inventarme el precio que le cobraba a los clientes por mis servicios como fotógrafo. Con frecuencia solía hacer malas negociaciones porque no tenía ningún argumento sólido para justificar un precio exacto de mi trabajo, pero yo estaba seguro que esa no era la manera adecuada de darle un precio a los clientes. Me sentía mal inventando cifras.

Pensándolo bien, me parece terrible que no sepamos cobrar, nos toque inventar el precio y por descarte, nos toque recurrir a la pregunta:

“¿Cuál es su presupuesto?”

Pocas veces nos atrevemos a admitir que no tenemos ni idea de cuánto vale nuestro trabajo. Y preguntarle a un cliente por su presupuesto es poco estratégico porque el cliente por supuesto jamás va a decir:

“Tengo mucho dinero ¡Cóbreme mucho!”. 

La dinámica de cualquier mercado es obtener lo que se quiere por el mínimo precio. Así se mueve la economía del mundo; entonces, preguntar por el presupuesto del cliente honestamente creo que es estúpido.

Para quienes vendemos servicios es bien difícil fijar nuestra tarifa. Y es muy fácil para los clientes contraofertar agresivamente cuando se dan cuenta que nos inventamos el precio y no le damos los argumentos sólidos de nuestra propuesta económica.

Entonces busqué en internet, y habían muchos videos que hablaban sobre lo que debía tener en cuenta para cobrar adecuadamente por mi trabajo. Traté de seguir sus consejos, pero no lograba resolver mi pregunta. Estos videos solo hablaban de conceptos que, en últimas, no me daban la respuesta rápida ni concreta:

“¿Cuánto cobrar por mi trabajo?”.

No cómo o qué tener en cuenta. Yo quería la respuesta puntual: Cuánto. Mis preguntas exigían como respuesta un número.

Decidí entonces crear una solución que respondiera de una vez por todas a esta pregunta.

Analicé en detalle todos los items que debía tener en cuenta para cobrar por mi trabajo, y decidí crear un algoritmo que diera esta respuesta concreta de forma instantánea.

Como les contaba, tenía una buena cantidad de deudas y debía ser muy organizado con mis cuentas, entonces me volví adicto al excel. Registraba TODO. Y lo pongo en mayúsculas porque tuve que hacer incluso una tabla para registrar el pago de servicios públicos para entender en qué gastaba mi dinero y así incluso reducir mi consumo en lo que pudiera, para poder tener algunos pesos extra.

No tenía claro si los demás fotógrafos tenían el mismo problema que yo, sobre cuánto cobrar por una fotografía. Entonces, antes de lanzarme a crear cualquier cosa, decidí escribir un artículo detallando mi metodología, y lo publiqué en mi página web personal a ver si había alguien lo leería.

 

“Cómo cobrar una fotografía y no sentirse mal al respecto”.

 

Así se llamada el articulo. Era un texto extenso que explicaba la forma en la que yo consideraba correcto ponerle el precio a las fotografías.

Este artículo se viralizó. Lo leyeron, lo compartieron y hasta lo copiaron en diferentes portales de fotografía. Incluso en otros países adaptaron el texto, ajustando algunas variables como la moneda, los valores de impuestos y uno que otro término.

Yo no me había dado cuenta de la cantidad de gente que estaba leyendo el artículo sino hasta que se cayó mi página web, ya que superaba el limite de ancho de banda que tenía permitido. Pensé que era un error de la página, pero el ingeniero que hizo mi página web me dijo que “el problema” era que estaba entrando mucha gente a mi página web. Inmediatamente fuí a Google Analytics a ver qué estaba ocurriendo, y efectivamente estaba entrando muchisima gente a leer mi artículo.

Más de 12.000 personas de toda Latinoamérica entraron a leer el artículo el primer día de publicación.

Esto me pareció realmente increíble. Cerré los ojos y me imaginé 12.000 personas. Eso es como llenar la mitad de un estadio de fútbol. Me sorprendió mucho ver el potencial de algo tan simple como un blog. Entonces aproveché el tráfico en la página para lanzar una encuesta al final del articulo para indagar un poco más mi hipótesis y ver si el problema era realmente un problema que valiera la pena ser resuelto. 

Alrededor de 4000 personas respondieron a estas preguntas y allí fue donde descubrí una oportunidad:

No existía ninguna metodología eficiente que ayudara a los fotógrafos a ponerle el precio justo a su trabajo. 

De hecho, fueron muchos los descubrimientos con esta investigación improvisada. Prácticamente toda la industria creativa tenía los mismos problemas:

  • Falta de educación y hábitos financieros.
  • Informalidad a la hora de trabajar.
  • Desorganización con el dinero.
  • Los clientes no entendían por qué unos cobran un valor y otros otro. Y de hecho, nosotros tampoco.
  • Y muchos más problemas…

Decidí que ese era un problema que yo quería resolver. Además, porque tenía que ver directamente conmigo. Si lograba crear una solución para mi, seguro le funcionaría a los demás.

Algunos meses después, el articulo había sido visitado por más de 300.000 personas. 

Por aquella época (2013), las aplicaciones móviles solían venderse en $0.99 dólares, y pensé:

“Si 300.000 personas han leído mi artículo entonces: Creo un app. Se las vendo en $1 dólar. Tendré $300.000 dólares. ¡Soy Rico!”.

Aquí es el momento, mi querido lector, que tienes todo el derecho de reírte de mi ingenuidad. De hecho, me estoy riendo de mí mismo mientras escribo esto.

Sin embargo, fue esa misma ingenuidad la que me motivó a empezar esta aventura llamada: Emprendimiento.

Así comenzó esta historia. Sin buscarlo. Sin saber cómo se hacía. Sin saber de tecnología. Sin saber de modelos de negocio. Sin un destino claro. Simplemente con una idea y un blog, ví un problema que quería resolver. Y decidí resolverlo.

Así fue que nació lo que se ha convertido, a día de hoy, en mi principal obsesión.

Así nació Freelo.

Mauro González A.

Fotógrafo – Viajero – Emprendedor.

@MauroGonzalezA

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